La caja de los plátanos

Fue uno de los bulos más repetidos, en tiempos, por los tabloides británicos: la pérfida Unión Europea iba a imponer que los plátanos y los pepinos tenían que ser rectos. Hubo otros, como que las botellas cuadradas de ginebra iban a ser redondas. Sin ir tan lejos, hubo partes del discurso de David Cameron que me sonaron al Daily Mail o al Sun. Otras, claramente, iban destinados a tranquilizar a los lectores del Financial Times. Sea pensando en un sector u otro de la sociedad británica, lo que hizo ayer Cameron fue abrir la caja de los truenos, o de los plátanos.

La fórmula R+R (reforma y referéndum) que propuso es vieja. La ideó Harold Wilson en los años 70 y el invento acabó en la descomposición del Partido Laborista y la creación del SDP en los 80. A sus compañeros de filas conservadores -Margaret Thatcher en los 80 y John Major en los 90- tampoco les fue muy bien cuando abrieron la misma caja. Thatcher acabó desbancada del poder y Major asistió a la división de su partido.

Tony Blair -al que Europa también le costó lo suyo con el melancólico Gordon Brown- criticó ayer el paso dado por Cameron con una brillante metáfora sacada de Mel Brooks: «Lo que ha hecho es como si el sheriff que se pone la pistola contra la cabeza y amenaza con volarse la tapa de los sesos si no se hace lo que dice».

¿Por qué lo ha hecho, pues, Cameron? Para responder, uno podría echar mano del sarcasmo, tan del gusto de los británicos. O de los estereotipos, como los descritos en el hilarante libro de George Mikes, Cómo ser un británico. Básicamente, lo habría hecho porque los británicos son raritos.

Pero no, el motivo es puramente de cálculo político. Para apaciguar al sempiterno sector euroescéptico del Partido Conservador. Ese que en España, y con perdón, llamaríamos la caspa. También, para ganarle terreno a Nigel Farage, del no menos casposo UKIP (el Partido de la Independencia).

Dentro de cinco años, cuando se celebre ese hipotético referéndum, quién sabe dónde estará Cameron, si habrá ganado las elecciones. Quién sabe también cómo andará de salud la UE. Dos cosas sí están claras. Una, que la apuesta formulada ayer por motivos puramente internos puede salirle muy cara al primer ministro conservador. Dos, que en 2017, los plátanos y los pepinos seguirán siendo curvados. Al menos en la UE.

ana.romero@elmundo.es